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Mensaje por Karen Wolfran Miér Nov 04, 2015 12:07 am

El atardecer comenzaba a llenar el cielo con su característico tono naranja, yo iba caminando por un sendero desconocido, había decidido cambiar de ruta para llegar a casa y ahora estaba completamente sola. Luego de algunos minutos de andas por aquel sitio, sentí que alguien me observaba, sin embargo, el camino continuaba vacio, no tardé mucho en encontrar un recodo y sin dudarlo lo tomé, no quería iniciar una pelea con darkhas. Mi nueva ruta me llevó hasta un túnel hecho de rosales, había algo en aquel pasaje que me invitaba a entrar, tal vez porque jamás en mi vida había visto algo así y fue eso mismo lo que me hizo entrar.

Aquel túnel estaba maravillosamente diseñado, con la luz del sol probablemente se vería bellísimo, pero con la tenue luz del crepúsculo también era muy bello; las rosas se veían de un rojo oscuro y por la poca luz parecía no tener fin. No sé por cuánto tiempo caminé deleitándome de aquel jardín, pero sin darme cuenta se terminó y me dejo frente a una gran casa que a pesar de ser visiblemente muy antigua estaba en perfectas condiciones. Las ventabas estaban adornadas con molduras de piedra, la puerta principal era inmensa y estaba custodiada por dos lobos tallados a mano en mármol negro, las criaturas de roca, parecían más que una invitación una advertencia pues ambos estaban en posición de ataque y el trabajo artesanal era tan detallado que sus miradas parecían seguirme todo el camino hasta llegar al porche, subí los escalones que a diferencia de lo que esperaba no hicieron sonido alguno y llamé a la puerta. No tuve respuesta alguna así que toqué de nuevo, tampoco hubo respuesta pero la puerta se abrió por sí sola. Dude un poco en entrar y cuando al fin me decidí a hacerlo, entré empuñando un cuchillo y mantuve algunos más listos en mi otra mano. Cuando atravesé el umbral comencé a sentirme en una película de terror, por lo que no grite si había alguien y avance unos metros. Un sonido de algo moviéndose me hizo mirar hacia atrás y descubrí que la puerta estaba cerrada, solo suspiré y dije en voz baja "groß", di media vuelta e inicié  la búsqueda por algún otro lado porque en la puerta brillaban varios sellos de restricción.

El lugar parecía una mezcla equilibrada ente el pasado y el presente, había algunos muebles que gritaban tener cientos de años, sobre todo sillas y sillones; en cambio las mesas tenían diseños de épocas más recientes, en la planta en la que me encontraba tenía un comedor gigantesco a la derecha de la puerta principal y a la izquierda había un salón enorme. Detrás del comedor estaba una cocina tan vieja como la casa, tenía un acceso que había sido cubierto con ladrillos y otra cantidad de sellos. Frente a la cocina había un estudio viejo y casi lleno de retratos de mujeres que parecían seguir una cronología en sus vestimentas desde muy antiguas hasta cada vez más recientes, dejando solo tres marcos vacios, salí de la pieza y a mi izquierda y frente a la puerta principal (donde los sellos mantenían su brillo anunciando que seguían activos), estaba la escalera que llevaba a la segunda planta.

Subí con cautela, esperando cualquier cosa, tal vez por eso no me tomó por sorpresa una voz que sonó en casi todos los muros diciendo
- Aun puedes retirarte, pero si continuas avanzando será tu final.
ignoré aquella advertencia y caminé hasta la puerta del fondo y la abrí. Dentro solo encontré una recámara con los muebles cubiertos y una visible capa de polvo sobre las protecciones, salí y busque en la habitación contigua pero no tuve mejor suerte, al menos de encontrar alguna salida porque la voz se escuchó de nuevo.

- Fuiste advertida, será mejor que te resignes y guardes tus cuchillos, el acero no tiene efecto en mi, pequeña.
- Si el acero no te afecta, tengo otras armas que tal vez sean más eficientes en tu contra -respondí desafiante-, ¿Por qué no vienes y lo compruebas?

un par de ojos rojos brillaron desde la oscuridad de un rincón e inmediatamente reaccione arrojando el cuchillo. El tiro fue rápido y preciso pues alcance a escuchar un golpe y un chillido, me acerque lentamente mientras empuñaba otro cuchillo, ya más cerca pude distinguir a detalle mi víctima: era una rata del tamaño de un gato, suspire con un poco de alivio y recuperé mi arma.

En el momento que saqué la hoja del cráneo del roedor este chilló de nuevo y corrió fuera de la habitación derribando unas cosas, está vez yo fui la sorprendida y solo pude ver como dejaba el lugar y logre ver una rata del mismo tamaño más. No pensé mucho la situación y las seguí, ambas criaturas habían bajado y se adentraron en el estudio, yo iba detrás de ellas pero me detuve cerca del umbral y cargue mi cuchillo con un «Patron bombe» y se en mi un «Flere Sanser» y entré de nuevo.

Esta ocasión estaba iluminado excepto el fondo y a pesar de mi hechizo solo me era posible ver la silueta de un hombre sentado, a su lado había una mesita con una botella de vino, una copa llena y un arma de fuego. A pesar de aquella extraña oscuridad que envolvía al individuo, era posible ver sus ojos aún a simple vista, brillaban en un tono carmesí, entonces comprendí que me enfrentaba a otro vampiro y como si este hubiese leído mis pensamientos dijo en un tono calmando, como si yo no fuera una amenaza o si quiera una preocupación para él.
-Esto no es lo que piensas pequeña vampiresa, solo porque somos de la misma raza te pediré que hagamos esto de la forma sencilla e indolora, puedo ver el maná en tu cuchillo, así como el que esta envolviendo tu cuerpo. Si eso es tu otra arma es mejor que te rindas y te entregues a mí.

en el momento que terminó la frase no esperé más e hice mi jugada: arroje dos cuchillos y caso de inmediato el que estaba cargado con el hechizo, como lo había previsto los dos primeros cuchillos fueron neutralizados, pero el que tenía el hechizo estaba en la mano del vampiro, sorprendentemente no había hecho su labor. El extraño se levantó con mi arma en su mano y su mirada se encontró con la mía, yo lo sentí como un reto y le sostuve la mirada.

Por unos instantes me perdí en aquellos ojos carmesí y vi algo en ellos que jamás había visto antes. Vi como si hubiera una llama ardiendo dentro de ellos, en ese momento me sentí acosada y traté de desviar la mirada, no pude hacerlo, al instante noté que no podía mover mi cuerpo. El vampiro sonrió y arrojo mi cuchillo fuera de la habitación y esta vez ocurrió la explosión que esperaba y comenzó a caminar hacia mí. Cuando estuvo en la luz pude ver que era alto y de cabello largo, sujeto por atrás y de color plata, una sonrisa se dibujaba en su rostro, parecía estar divirtiéndose. Yo continuaba tratando inútilmente de zafarme de su hechizo y en un momento estuvo frente a mí, le iba a gritar que me soltara pero cuando lo intenté mi voz no salió, en ese momento él habló de nuevo y esta vez su voz y sus palabras hicieron que se me helara la sangre.
- Ahora en verdad me perteneces y eso significa que puedo hacer contigo lo que me plazca.


Acarició suavemente mi mejilla con su dedo índice de abajo hacia arriba y cuando lo hizo, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y luego de eso levantó mi rostro suavemente y me besó.

La impotencia y el terror se apoderaron de mi y no pude hacer más que llorar, entonces él parto su rostro del mío y me obsequió una sonrisa mientras limpiaba cuidadosamente mis lágrimas, me tomó de la cintura y giró hasta quedar detrás de mí, soltó mi cabello y lo puso delicadamente sobre mi hombro derecho y desabotonó mi blusa apenas lo suficiente para dejar descubierto mi hombro izquierdo. En ese momento sabía lo que iba a pasar: había sido sometida por un vampiro de un poder inimaginable para mí, cerré mis ojos que se volvieron a llenar de lágrimas y luego sentí el friío pinchazo de sus colmillos, un cansancio indescriptible y por último nada.
De pronto abrí los ojos y seguía en aquel estudio pero estaba sentada cerca del vampiro que bebía una copa de vino mientras conversaba con una chica que estaba a su lado. También estaban otras mujeres que no logre ver antes del ataque… ¿O sí? Fue cuando me hice esa pregunta que algo temerosa volví la mirada hacia los marcos supuestamente vacíos. Ahora solo eran dos, uno estaba ocupado con mi retrato, caí de rodillas y lloré desconsoladamente. El vampiro se acercó y me dijo con una voz tierna y casi paternal.

- Ahora serás mi prisionera en esta casa hasta que decida liberarte.


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Karen Wolfran
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