Humor del demonio (Priv. Zadquiel & Sylvain)

Zadquiel estaba saliendo de la mansión Silverwing suspirando suavemente, sintiendo el aire de la mañana llenar sus pulmones, su ala se esponjó de inmediato para brindarle más calor al ángel; minutos antes había estado en la cocina, desayunando junto con los demás hasta lo que pasó con Sylvain y había quedado con el demonio de ir a hablar con el, obviamente primero terminó su desayuno junto con su café y su jugo y luego se puso a lavar los trastes que le correspondían, no iba a lavar los de todos.

Bostezó un poco, nunca había tenido hábitos matutinos hasta hace unos cuantos días y aún no se acostumbraba. Cerró los ojos por un momento, tratando de localizar al ángel caído, podía sentir las mentes del Abbadon, el demonio y el nahual, pero, la del ángel caído se sentía más lejos, aunque no de distancia, sino que, como si estuviera perdido, abrió los ojos y comenzó a caminar hacia el laberinto, donde sentía la presencia del ángel caído.

Miró la entrada y tomando algo de aire, exhalando justo después de entrar y se dispuso a caminar entre los altos arbustos, buscando al otro. -Sylvain ¿puedes escucharme?- Preguntó con una suave voz, obviamente preocupado por el contrario, este estaba pasando por un momento difícil y no podía esconderlo, trataba de comunicarse con el por medio de un enlace mental.

Aire fresco era lo que había ido a buscar, y no supo cómo pero terminó en un laberinto de jardín. Vaya lugar para que viviera un niño tan pequeño, pero bueno... se trataba de Ian Silverwing después de todo.

Al menos en ese lugar estaría solo y no tendría por qué soportar la voz del conejo... podría estar en paz, sin tener que fingir que no estaba deshecho.

Aah, pero la repentina voz de Zadquiel resonando en su cabeza hizo que Sylvain saltara del susto, exclamando "MIERDA!," lo cuál se escuchó por todo el laberinto. Después de un segundo, el ángel respira, girando los ojos con molestia.

-Me asustaste...- dice en voz alta, pero pensándolo al mismo tiempo. Sabía que Zad tenía mana naranja, pero realmente no había estado en enlaces mentales muchas veces como para sólo pensar. Suspiró, intentando calmar su molestia. -Qué pasa?

Rió al escuchar como el contrario se había espantado, estaba tan acostumbrado a hablar con el demonio así, que se le olvidó completamente que otros no están habituados a que alguien entre como si nada en su mente.

El ángel caído pudo escuchar la risa de Zadquiel en su mente seguida de un momento de calma. -Lamento haberte espantado, no era mi intención.- Reafirmó el pelirrojo mientras caminaba por el laberinto, asomándose a cada pasillo para ver si alcanzaba a observar el enorme par de alas negras y al dueño de estas.

-Pues a mi no me pasa nada, más bien yo debería ser quien pregunte eso ¿no lo crees?- Le preguntó al contrario mientras giraba en uno de los caminos, suspirando un poco puesto que había llegado a un pasillo sin salida, así que se dio la vuelta. -Sé que prácticamente no nos conocemos pero me gustaría ayudarte de ser posible. Así que... ¿Qué pasa?-

Sylvain simplemente se ve más molesto cuando el otro ángel se ríe dentro de su cabeza. -Sí, sí, muy gracioso...- no puede evitar pensar, para luego darse cuenta que probablemente eso también lo había escuchado el otro.

Qué molesto...

Sin embargo, ya que Zadquiel continúa y hace su pregunta, Syl logra calmarse un poco, dejando salir un suspiro. -Sabes exactamente qué pasa. Tú más que todos los demás.- El ángel caído se queda en silencio unos segundos, pensando si realmente podía (o debía) contarle más a Zadquiel. -Creo que el exilio también afecto mi personalidad... de alguna forma.

-Bueno... Eso es de entenderse, estás exiliado de Heaven, el sueño de todos los ángeles y no lo digo por echarle sal a la herida, sin embargo...- Hizo una pausa, tratando de pensar las palabras correctas. -Lo que Heaven te ordenó hacer... Matar a tu mejor amigo... Ja... Ni yo hubiera podido...-

Una sonrisa llena de melancolía se hizo presente sobre sus labios y recordó algunos momentos de su infancia, pero, se aseguró de que el enlace no compartiera nada más que su voz. -Creo que... El simple hecho de cumplir esa misión me hubiera matado por dentro...- Negó con la cabeza al ver su camino cerrado de nuevo. -¿Tú qué opinas Sylvain? ¿Hubieras soportado la culpa?-

No le dio tiempo al ángel caído de responderle antes de seguir "hablando con el". -Sí, puedes decirme que no sé lo que se siente por que no estuve en tu posición, pero... Me gustaría saber tu respuesta.-

Sylvain arquea una ceja, sin moverse del lugar donde estaba, sólo cruzándose de brazos. Estaba empezando a molestarse un poco más. -Empiezo a comprender por qué te dicen 'peste', sabes?- dice al aire, recargándose en una de las paredes hechas de planta del laberinto.

-Y creo que ya conoces la respuesta a esa pregunta. Si no maté a Jules fue precisamente por eso... no hubiera podido vivir con ello. Ni Eos, ni yo...- Se quedó en silencio un momento, cabizbajo. -Aunque ella sabía lo que pasaría, realmente estaba feliz de que Jules estuviera vivo.

Callado, sus puños comenzaron a apretarse, recordando de pronto sus sueños, pero haciendo su mayor esfuerzo por ahuyentar esos pensamientos. Sabía que Zadquiel seguía dentro de su cabeza. Qué incómodo era eso del mana naranja...

-Sólo ve al grano... a dónde quieres llegar?

-Eso no es nuevo... Tiendo a meterme donde no me incumbe...- Sonrió con algo de picardia.

-De todas formas... Sylvain no te pongas a la defensiva ¿quieres? Solo quiero saber ¿por que dudas sobre si lo que hiciste fue lo correcto o no?- Hubo un momento de silencio, el suave viento acariciando el ala de Zadquiel, su trenza moviéndose junto con este. -Y no me digas que no es cierto por que pude notarlo en el desayuno sin tener que entrar en tu cabeza.-

Su tono de voz ahora era serio, estaba tratando de hacer que el contrario se desahogara aunque terminara llamándolo "peste entrometida".

Sylvain estaba a punto de estallar en ira porque el ángel hubiera estado metido en su cabeza sin su permiso, pero las palabras que siguieron lo callaron antes de que pudiera decir nada. Se quedó callado, mirando al piso, sintiéndose acusado una vez más, acorralado. Sus pensamientos pasaban uno tras otro sin poder encontrar una respuesta, porque él tampoco sabía cuál era la respuesta. Por qué? Sabía que Eos había aceptado el sacrificio. Él también. Por eso Jules seguía vivo, porque había tomado esa decisión...

O no? Simplemente no lo había podido hacer por ser un cobarde? Por no poder con la carga de su misión?

Y sin embargo, al entrar esas dudas en su mente, el recuerdo de la sonrisa de Eos antes de desaparecer volvió, casi como si desde donde estuviera la pequeña, estuviera una vez más iluminando su consciencia.

No... sabía por qué lo había hecho. Por qué ambos lo habían hecho...

-La perdí... por eso...- responde casi derrotado, sin poder conseguir fuerzas para levantar la mirada. -Porque perdí a la única persona que había estado conmigo toda mi vida... y sólo ahora me doy cuenta de qué tanto la necesité siempre... Para mantenerme en paz...

Apretó los dientes. Con fuerza. Sus puños se cerraron tan intensamente que casi se abría la carne de sus palmas con sus propias uñas. -Eso era lo que querías escuchar, no? Mocoso entrometido...

-Ha... Mocoso entrometido, esa no me la habían dicho antes.- Dijo con una sonrisa, mirando ya al de alas negras, finalmente había llegado a donde estaba Syl.  -Es un buen apodo.- Le sonrió con suavidad y caminó hacia el lentamente.


-Pero ella quería que lo hicieras, ella quería que te detuviera, que te... salvara.- Se colocó a su lado, aún sonriéndole. -Eos habló conmigo cuando el juicio comenzó y me pidió que te detuviera, ella no quería que perdieras a Jules, a tu amigo y sé muy bien que ella estaba dispuesta a dar su vida en este plano por ti, pude sentirlo cuando hablaba con ella, así que, no te atormentes, ella querría verte continuar y definitivamente querría que fueras feliz.-

Le dio unas pequeñas y suaves palmada en su hombro. -Sé lo que se siente perder a alguien que ha estado contigo desde el comienzo... Y es horrible no volver a verlos y aunque el dolor no desaparece, va disminuyendo poco a poco, hasta que al final logras vivir con el y quieras o no aprendes del mismo...- La sonrisa melancólica volvió a su rostro, pero esta vez decidió no esconderla.

Syl se quedo en silencio por un buen rato, apenas si volteando a ver a Zadquiel, escuchando sus palabras con atención. -Así que eso estuvo haciendo, eh...- dice con una pequeña sonrisa. No sabía que Eos había estado hablando con ellos mientras no estaba manifestada en el plano terrenal. Aunque... eso explicaba cómo habían sabido interrumpir el Juicio Divino.

-Ya sé todo eso...- dice el peliplata dejándose caer para sentarse recargado contra las plantas. -Aunque... aprecio que te tomes el tiempo de hablar conmigo,- agrega sonriendo de lado. Sinceramente no tenía ganas de hablar del tema. Era demasiado pronto... pero sabía que el Sanctus tenía buenas intenciones y eso por sí solo era un poco recomfortante.

-Pero sigues siendo un mocoso entrometido.

-¡Oye!- Se quejó un poco tras escucharle y se sentó a su lado, riendo un poco fuerte. -Ay sí, ay sí~ Voy en sexto y por eso te digo mocoso~- No podía dejar de reír y tampoco podría ni quería forzar al contrario a seguir hablando. -Vamos, solo por que seas mayor que yo por dos años no quiere decir nada~-

Le dio un leve empujón con su brazos y le sonrió ampliamente. -No es nada, solo me gusta ayudar a mis amigos.- Dijo de manera honesta, mirándolo a los ojos. -Y sí tienes algo que quisieras decir o si solo necesitas desahogarte, quiero que sepas que puedes contar conmigo.- Su mirada seguía fija en la ajena.

Al recibir el pequeño empujón, Syl sonríe un poco, arqueando una ceja y regresando la mirada del pelirrojo. Le parecía mucha confianza en muy poco tiempo, pero pensándolo bien, él solía hacer lo mismo al conocer personas nuevas. Al menos podía ver la sinceridad en las palabras de Zadquiel.

-No creo que quieras que me desahogue contigo... No quieres perder la nariz o un ojo aparte de ese brazo,- le dice cerrando los ojos y mirando hacia arriba. Su lenguaje corporal estaba más relajado, eso era evidente. -Y por cierto. Son cuatro años, mocoso.- Al final le sonríe de forma un poco más profusa al otro, pero aún era una sonrisa algo burlona e irónica. Iba a ser difícil buscar la felicidad en el temple de Sylvain por buen rato.

Se quedó pensando en silencio un momento... al fin y al cabo, si estaba sentado ahí con Zadquiel, quien le estaba ofreciendo una mano de apoyo... todo eso era por Jules. Incluso Ruby... tal vez ahora podía decir que realmente tenía amigos en los que podía contar. Tal vez...

-Tranquilo, yo sé perfectamente que no podrás conmigo~- Le dijo guiñando el ojo, sonriendo al notar que el ángel caído estaba más tranquilo.

Escuchó la diferencia de edades y la corrección del contrario más la sonrisa burlona y el ángel sonrió amplio, sentía que esa sonrisa era como un desafío para el.

-Ay si~ Cuatro años~- Le dio otro leve empujón riendo un poco más alto. -Ni creas que te hablaré de 'usted' o te trataré  de alguna otra forma y mucho menos te dejaré tratarme como a un niño, puede que seas mayor pero eso no significa nada...- Su sonrisa se volvió una llena de picardía. -Anciano.-

Sylvain deja salir una muy pequeña risa, entretenido por los intentos de picarle la cresta que Zadquiel estaba haciendo. Sabía que no eran malintencionados, pero... no lo iba a dejar ganar tan fácil.

Syl levanta de pronto su dedo índice frente a la cara de Zad, casi como si lo estuviera callando, y luego en un movimiento rápido le da un pequeño golpe con el mismo dedo en la frente. Casi de inmediato Zadquiel puede sentir una ligera... pesadez. Un sentimiento extraño, era como tener congestión mágica.

-Tienes que hablarles con respeto a tus mayores, mocoso,- le dice empezando a ponerse de pie. Había sellado su mana naranja con mana gris. La restricción no duraría mucho, no más de una hora al menos, pero lo suficiente para ser molesto para el Sanctus.

Finalmente, a pesar de todo, Syl le tiende una mano para ayudarlo a levantarse. Una sonrisa un poco más sincera ya estaba dibujada en la cara del ángel caído, aunque no se diera cuenta. Era una pequeña y silenciosa victoria para el pelirrojo.

Cerró los ojos al sentir el leve golpe contra su frente y lo miró, frunciendo levemente el ceño, nunca le había pasado aquello y sentía que algo le faltaba, pero sabía perfectamente bien que había hecho el contrario. -Ja ja ja, muy gracioso anciano.- Dijo al mismo tiempo que tomaba la mano ajena con algo de fuerza para apoyarse y ponerse de pie, riendo de manera sarcástica.

-El día que te hable con respeto será el día en que esté alucinando o que alguien me haya hipnotizado para tratarte de forma respetuosa~- Rió un poco alto, ahora sin el sarcasmo y soltó lentamente su mano, sentía que si seguía sosteniendo su mano el momento se volvería ligeramente incómodo.

-Sabes, es extraño solo escuchar mis propios pensamientos... ¿Cuánto durará esto?- Pregunta mirando al contrario, inclinando su cabeza ligeramente, su trenza balanceándose tras su espalda.

Syl no respondió las subsecuentes burlas del ángel, aunque tras ayudarlo a parar y no sentir que sus manos se soltaran lo miró con algo de curiosidad, hasta que lentamente se separaron.

Se quedó unos segundos en silencio, hasta que limpió su garganta. -Ahem... durará hasta que aprendas a no ser un metiche. Tal vez eso te sirva de lección,- responde secamente el otro, aunque aún con el tono de sarcasmo evidente en su voz. Se sentía un poco más tranquilo, pero ahora que sentía esa vibra amistosa viniendo de Zadquiel y los demás, aún había algo que tenía su corazón intranquilo. De cierto modo sentía que había más en la balanza si perdía los estribos, y sólo había una persona que podía ayudarlo con ello. Caminó unos pasos para alejarse de Zadquiel, volteando a verlo de reojo y sonriendo con malicia. -En fin, tengo que irme. Hay algo que tengo que arreglar...- Sabía que el otro no podía volar, y sin mana naranja tampoco podría levitar.

Sonrió.

-Gracias, mocoso.- dice antes de emprender vuelo y alejarse del jardín por los aires. Necesitaba hablar pronto con Caroline Granth...

Alzó una ceja al escuchar su respuesta y se cruzó de brazos, prestándole atención al contrario. "No se atreverá..." Pensó para si al ver que el de alas negras se alejaba.

-No te atrevas...- Frunció el ceño y dio un par de pasos, tratando de alcanzarlo. -Sylvain no, no, no te atre_ - Pero el otro ya había salido volando.

-¡SYLVAIN! ¡Maldito anciano!- Gritó el ángel lo más alto que pudo, asegurándose de que el contrario lo escuchara.

Suspiró pesadamente, pero sonrió amplio, sentía que había hecho algo bueno; metió sus manos a las bolsas de su pantalón y comenzó a caminar, esperando no tardarse en encontrar la salida.